domingo, 10 de enero de 2010

Higos pasaos

Justo en la esquina donde se abría la azotea esperaba una destila de piedra que goteaba el tiempo limpio. Un bernegal verdoso que con un cacharro de lata palpitaba las horas en un sonido metálico antes de abrir la puerta a empujones. Una puerta que se aferraba a la guía mientras la humedad resistía la huída. Allí sentado en el suelo con las piernas abiertas iba trenzando cebollas. Antes de salir las greñas y los ajos rozaban la cabeza. Y cuando se abría la luz, los higos extendidos en las cajas de madera resurgían ante el sol engurruñando sus barrigas… Luego en el paladar la arruga se convertía en dulce. ¿sucederá lo mismo con la vejez?

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